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"Querido" y eterno otoño

  • José Gil
  • 25 abr 2020
  • 2 Min. de lectura

Reapareció el otoño. Más tardío de lo habitual, volvió a Huesca la estación de las horas eternas, húmedas y de un encanto particular. Una época tan singular como imprevisible que, con sus hojas caídas, deja sus puertas abiertas a una Navidad más. Para algunos se trata de un tiempo escasamente agradable, “el silencio antes del invierno” como diría cierto proverbio francés, y para otros resultan los mejores meses de un año agonizante. Sobre gustos no hay nada escrito.


Los reencuentros familiares, la colocación del alumbrado navideño y la añoranza por tiempos pasados reconfortan la unión de una provincia cada vez menos habitada por la despoblación y sus consecuencias, aunque por otro lado el crecimiento del deporte oscense -para bien y para mal- también ha fomentado un aumento del sentimiento de pertenencia a la tierra norteña. A mi querida tierra que tanto lo necesita.


Al recuerdo vuelve una melancólica sensación de ‘David contra Goliat’ gracias a la SD Huesca y su histórico paso por la Primera División del fútbol español. Más cercano de lo que parece, tiempo atrás se produjo un hito efímero que duró un año y que ha dejado una semilla persistente de ilusión. Un destello de valor incalculable que hizo arder la imperturbable ‘aldea gala’ ante toda crueldad sufrida. Y a pesar de ello, el de 2018 posiblemente haya sido uno de los otoños más vibrantes para la región.


Más si cabe, la ingente cantidad de golpes tanto deportivos como extradeportivos recibidos no ha bastado para borrar la esperanza de regresar a la élite, pero sí la confianza en que desaparezca una mancha imborrable. Ahora en Segunda División, el perpetuo anochecer acecha representando a la peor pesadilla soñada, con la reaparición de la ‘Operación Oikos’ pisando los talones mientras la ciudad se recupera todavía de un verano insufrible. Las dagas acusatorias, profundas y afiladas, aguantan incrustadas en la espalda de un Huesca que no cesa en la defensa por su imagen bajo la atenta mirada del mundo. Aun así, el daño ya está hecho.


Por otro lado, El Alcoraz y la plantilla piden a gritos el continuo apoyo que tanto han representado los fieles a lo largo de su historia, sean 300 o 6.000. Son tiempos muy difíciles, y entre la niebla surge un resguardo en el que recibir cobijo, tiempo en el que dar un paso atrás puede servir para lograr dos hacia adelante. Momentos de ver, oír, callar y trabajar por encima de inocentes y culpables.


No hay tiempo para pensar en lo que pudo ser y no fue. Es inútil vivir alejado de una realidad severa, pero sólo vale mantenerse fieles y sin caer en la tentación de las tinieblas pase lo que pase. En Huesca, los otoños son más calientes de lo que parece a simple vista, pues ahora no hay forma de arrebatar la incertidumbre de todo corazón aragonés. Un silencio sonoro antes del invierno, un incierto devenir sin una respuesta clara.

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